7/17/2010

Un viaje al Guggenheim.


Mi pareja me sugiere ir a ver una exposición y yo enseguida pienso en ir a ver la de La Lonja, o la del Palacio de Sástago o la del Palacio de Montemuzo, pero no, él decide que vayamos a ver la exposición que hay en el Museo Guggenheim.
Tras una pausa de 3 segundos, pregunto inocentemente..."¿El de Bilbao?" y me responde..."Mujer, no va a ser el de New York". Pues es que si me das a elegir...prefiero ir a este último."
Definitivamente, era el de Bilbao. Y como estaba soportando en mi ciudad unas temperaturas cercanas a las que debe haber en el infierno...si es que existe, pensé que no era mala idea ir allí ya que en el norte, las temperaturas suelen ser más bajas.
Dijo que tendríamos que madrugar- algo que me disgusta- porque el Guggenheim abre a las 10 y le pregunté: "¿Y qué? ¿Tienes tú las llaves?".
La hora elegida para salir de casa fué la de las 7 de la mañana, pero en realidad fueron las 7.30. Pasamos a recoger a Daniel por su casa y empezamos el viaje pensando que en unas tres horas estaríamos allí.
Después de una hora de autopista, paramos en un área de servicio para estirar las piernas y tomarnos un café, que esa noche habíamos dormido pocas horas y a pesar de ir hablando en el coche, de estar escuchando música y de tener el aire acondicionado a tope...el sueño empezaba a hacer mella entre nosotros.
Visité el baño, donde me encontré todas las puertas llenas de frases, fechas, firmas y dibujos que le daban un aspecto bastante sucio, aún así los baños estaban limpios.
Un poco más espabilados por el café volvimos al coche. Una hora más tarde, paramos de nuevo y nos comimos un bocadillo, otra vez al baño y de nuevo al coche.
Ya eran las diez y media y todavía quedaban unos kilómetros. Cuando estábamos a punto de llegar sacamos unos folios que Luis había imprimido con las instrucciones para entrar en Bilbao. ¡¡¡¡¡Ja!!!!!
Según los folios teníamos que entrar -aunque parezca una incongruencia-por la salida 117 de la autopista, pero llegamos a un panel de información en el que teníamos que elegir entre "salida 116" o dirección Santander y le dijimos: " Por aquí, por aquí. O nos iremos a Santander"...y la elección fué fatal. Entramos por la salida equivocada. Recorrimos calles y calles intentando encontrar un parking para dejar el coche y acabamos en Barakaldo. Preguntamos a un señor que estaba paseando a su perro, cómo ir al Guggenheim y todavía se debe estar riendo de lo que nos habíamos desviado.
Al final conseguimos un parking muy cerca del museo y cuando entramos al Guggenheim, ya eran las doce de la mañana.
Disfrutamos mucho de las exposiciones aunque se nos puso algo de malagana y mareo, causado en parte por pasear por el interior de las piezas curvadas de acero cuyas altas paredes estaban torcidas.
Subimos al piso de arriba y allí en otra exposición, encontramos unas enormes piezas de distintas formas en las que nos reflejábamos de manera deformada como en esos espejos de las ferias en los que de pronto nos vemos goooordos y pequeños y en otros altos y muuuy delgados...De nuevo ¡¡¡qué mareo!!!
A las dos, salimos a comer a un restaurante que está en un lado del museo y después tomamos el café en la terraza de dicho restaurante. Fué un momento muy agradable. Nos merecíamos un respiro.
Después del descanso para llenar el estómago, volvimos a la carga. Entramos de nuevo al museo y terminamos de verlo completamente a las seis y media y comenté, si salimos ahora, en tres horas estaremos en Zaragoza. ¡¡¡Ja!!!
Si complicada fué la entrada a Bilbao, la salida ya ni te cuento. Preguntamos al que estaba en el parking cómo llegar a la autopista para ir a Zaragoza y a pesar de que mientras nos daba las instrucciones decíamos que sí con la cabeza, la verdad es que no nos enteramos de lo que decía, era bastante complicado de entender y eso que no hablaba en vasco. Al poco rato y ya en la autopista, nos dimos cuenta que habíamos atravesado tres túneles, cosa que no habíamos hecho en el camino de ida. Decidimos salir de la autopista y preguntamos al que trabaja allí y después de todas las explicaciones que nos dió, tampoco acertamos. Volvimos sobre nuestros pasos en la primera salida que vimos y nos volvemos a meter por el desvio equivocado. Paramos en una gasolinera y la señora nos dice que vamos en dirección contraria. Media vuelta y vuelta a pagar la autopista ¡¡¡Ufff!!!. Me sentí como si estuviéramos metidos en un bucle del que nunca pudiéramos salir. Pensé que nuestro destino íba a ser entrar y salir de la autopista por los siglos de los siglos y que íbamos a convertirnos en una leyenda como la de "la chica de la curva".
Miramos los planos que habíamos sacado de la impresora y nada, miramos la guía Michelín...y que si quieres arroz Catalina.
Al final, dos horas y media más tarde pudimos ver en la autopista el cartel que tanto estábamos deseando ver: "DIRECCIÓN ZARAGOZA" y entonces dejé de resoplar y me relajé en el asiento.
Ya estaba tranquila. Al poco rato mi familia insinuó que parásemos a tomar algo, aunque yo tuve mis dudas porque pensé que quizá, si salíamos de la autopista nos podríamos volver a equivocar.
No fué así y a las 11.30 de la noche me relajé sentada en el sofá contestando todos los comentarios de mi facebook.

Mis fotos como siempre, aquí.