7/04/2012

Vacaciones en Tuy.


Comienza el 2012 y como si fuera el disparo que señala el comienzo de una carrera, empiezo a planear las vacaciones ya que eso es algo que hay que hacer con muuuucha tranquilidad para no dejar ningún fleco suelto. Lo primero es elegir destino ya que de eso depende la cantidad de dinero que voy a tener que ahorrar.
Bruselas, Alemania, Yugoslavia...incluso Cuba estaban entre mis ciudades favoritas para visitar. Empecé a sacar cuentas y entonces me dí de bruces con la realidad, es decir, con la crisis y con la prima de un tal riesgo al que ni siquiera conozco y viendo mi presupuesto tuve que recortar kilómetros.
Al principio pensé que con lo que podía ahorrar mes a mes hasta junio, tendría suerte si podía llegar a Cuenca, que será todo lo bonita que tú quieras, pero prefiero dejar esa visita para otra ocasión.
Entonces unos amigos nos ofrecieron un apartamento en Tui, antiguamente llamada Tuy, que está en Galicia junto a la frontera con Portugal. De hecho, es el último pueblo de la provincia y aceptamos ese regalo ya que así, además de conocer algo de Galicia, el hospedaje nos salía gratis.
Ante esta perspectiva, volvimos a planear las vacaciones y quedamos en que Tuy sería el lugar donde dormir y desde el que cada mañana partiríamos hacia diferentes destinos entre los que estaban, por supuesto, diferentes ciudades y pueblos lusos (pueblos portugueses, para los de la ESO) 
De esta manera conocimos ciudades como Oporto y Braga y preciosos pueblecitos como Caminha, Viana do Castelo, Puente do Lima y por supuesto no podíamos dejar de visitar algún que otro pueblo gallego. A Guarda y la playa de Muíño nos gustaron especialmente y desde luego, el mismo Tuy, donde teníamos nuestro "cuartel general" es un precioso pueblo donde la piedra es el principal material usado en la construcción de sus casas y calles las cuales, sobretodo las de la parte antigua, son estrechas y muy empinadas. Las llamo calles pero en realidad están formadas por escaleras de piedra ya que es la única manera de salvar su pronunciado desnivel.
Oporto lo visitamos el primer día y fue un poco duro porque fue un día especialmente caluroso y ríete tú de las calles empinadas de Tuy. Las de Oporto son mucho más empinadas e igual de estrechas y muy  peligrosas para recorrerlas en coche, sobretodo para personas como nosotros que somos de una ciudad llana como es Zaragoza.
Nos metimos en la parte antigua de la ciudad recorriendo sus estrechas calles buscando un garaje donde dejar el coche. Yo hubiera salido de ese guirigay de calles, pero nos dejamos guiar por un GPS que nos habían dejado y yo no sé quién demonios está en algún satélite diciéndonos por dónde ir, pero seguro que no estaba viendo mi cara porque si no, nos hubiera sacado de ahí enseguida. Iba pegada al respaldo del asiento del coche como tratando de evitar que el vehículo se despeñara por esas cuestas y agarrada a la puerta con todas mis fuerzas.
Al final encontramos el garaje que el GPS nos indicaba, dejamos el coche y salimos ya más relajados... a visitar la ciudad. La ciudad es muy, muy bonita, sin embargo la encontré muy abandonada y bastante sucia, la parte antigua claro.
Quizá por la crisis, había muchos locales cerrados y con carteles de "se vende" o "se alquila" y muchos edificios casi, casi en estado ruinoso.
Nos tiramos a lo fácil y elegimos una calle de bajada, que siempre es más fácil bajar que subir, disfrutando de las fachadas de los edificios, la mayoría de ellos construídos con azulejos, porque aunque muy deteriorados, seguían conservando cierta belleza.
La calle elegida nos llevó hasta el río Duero donde había un puerto con varios barcos atracados, ya que el río es muy ancho y profundo.
Sesión fotográfica intensa allí bajo un sol de justicia, especialmente nos sorprendió un puente de hierro altísimo. Por la parte de arriba circulaba el tranvía y por la de abajo, los demás vehículos y los peatones.
Recorrimos la mayoría de la zona antigua, subiendo y bajando calles todas ellas adoquinadas, por las que me era muy difícil caminar manteniendo un mínimo exigible de elegancia.
Volvimos una segunda vez a Oporto, el día anterior a nuestra partida, para despedirnos de esa preciosa ciudad donde comimos muy bien y muy barato.
Los días sucesivos visitamos otros pueblecitos de los que nos fuimos encantados. Vimos la desembocadura del Miño ¡una belleza! desde Caminha, en Portugal y desde allí, frente por frente y a no mucha distancia, estaba la costa gallega, concretamente el pueblo A Guarda, el cual visitamos otro día.
La playa de Muíño, en Galicia también, nos gustó mucho. La playa de arena no es muy grande y aunque el día estaba algo fresco, había gente bañándose. Sin embargo nosotros disfrutamos subiéndonos por unas enormes rocas que había en un lateral de la playa. Ya lo habíamos hecho un par de días antes de camino a Caminha, cuando paramos el coche para acercarnos a la playa llena de enormes rocas y en donde había varias personas dedicándose a pescar mejillones.
¡Anda que no disfruté saltando de roca en roca! Parecía que tenía 20 años menos...incluso me quité los zapatos para no resbalar con las sandalias. A mitad distancia entre el paseo y la propia orilla, me detuve. No quería arriesgar demasiado mi físico. Sin embargo Luis continuó y casi, casi llegó hasta la orilla para fotografíar la bravura del mar al chocar con las rocas.
En fin, creo que ha quedado claro que aunque la crisis y no yo ha sido la causante de la elección de Portugal como lugar de vacaciones, en absoluto me arrepiento de haber estado allí, a pesar de los más de 900 kilómetros de autopista que nos separan.
He vuelto con un delicioso sabor de boca con lo allí vivido.

Aquí las fotos para ti.