9/24/2015

Corazón viajero.

"Mi corazón, mi corazón, es un músculo sano pero necesita amor..."
Bueno, esto es parte de una canción que cantaba el grupo Los Rodriguez allá por los años...bueno, no me acuerdo.
No sé el motivo de porqué, de todos los órganos que tenemos en el cuerpo, alguien decidió que fuese el corazón el que representara el sentimiento del amor.
Mira que hay órganos dentro del cuerpo para elegir, por ejemplo un pulmón, el hígado, un riñón ¿y por qué no  el apéndice? Pues nada, el elegido ha sido el corazón Bueno,  pensándolo bien, creo que no sería lo mismo. Será por la falta de costumbre oye, pero es que no me veo yo con un hígado de plata alrededor de mi cuello, fíjate. Sin embargo sí que he llevado en alguna ocasión una cadena con un corazón.
A veces decimos de algunas personas que "no tienen corazón"  y por supuesto no nos referimos a que les falte algo tan vital, sino a que no tienen sentimientos y que por lo tanto, hacen daño a los demás.
Recuerdo un amigo, profesor de instituto cuyos alumnos eran adolescentes inmigrantes y de etnia gitana y cuando les estaba enseñando fotos del cuerpo humano, uno de ellos, un africano, cuando vio el corazón y mi amigo le pregunto qué era eso...el adolescente respondió... "amor".
Cuando vemos corazones en fotografías, en ropa o en cientos y cientos de objetos, nadie piensa en ese órgano sanguinolento rojo y viscoso que todos llevamos dentro y sin el cuál no podríamos vivir.
El corazón se ha convertido en un símbolo universal que todos relacionan con eso, con el amor. ¡¡¡Si es que a todos nos sale enseguida la vena romántica!!!
Un día, no sé porqué, llegó a mis manos un corazón de un material semi rígido que me dijeron que cogiéndolo con la mano y estrujándolo te desestresabas...¡¡¡¡¡Acaso me ven estresadaaaaaaaa!!!!! Jajajajaja.
La verdad es que no lo he usado para lo que me dijeron, pero me hizo gracia y lo dejé sobre una mesa y hace unos meses mirándolo se me ocurrió metérmelo en el bolso y llevármelo conmigo a cualquier lugar que yo fuese, para que viva mis mismas experiencias.
Que salgo a tomar algo...le hago una foto, que me voy de vacaciones...le hago una foto, ¿en el tranvía?...le hago una foto. Fotos y fotos para que quede constancia de que está allí, a mi lado y sobretodo para que nadie pueda decir que yo "no tengo corazón"

7/01/2015

Distancia 7 minutos.

Me dispongo a ver una película y el caso es que ni estoy en casa ni tampoco en el cine. La peli que está a punto de empezar es gentileza de Renfe. Voy en el Intercity de vuelta a Zaragoza después de pasar casi 48 horas en Barcelona. 48 horas en las que solo hemos parado de andar para comer y cenar. Creo que no he andado tantas horas seguidas en toda mi vida.
El motivo del viaje fue ir a ver una obra de teatro a la que solo le queda una semana para estar en cartel. El título de la obra es "Distancia 7 minutos". Solo dos hombres y muy buenos por cierto. Quiero decir muy buenos actores, como hombres no tengo ni idea, ni intención de averiguarlo. La obra es muy buena, de las que te hacen pensar, de las que puedes seguir hablando a la salida.
Llegamos a Barcelona a las 10 de la mañana y mi pareja me dijo que como el hotel estaba cerca de la estación, podíamos ir andando y así de paso, parar en alguna cafetería y tomar un segundo desayuno. El primero lo habíamos tomado en casa.
Después de pagar nos volvimos a poner en marcha hacia el hotel. Hotel que según mi pareja "estaba cerca". Pude comprobar que la percepción de las distancias no es la misma para él que para mi. Tres cuartos de hora andando hasta llegar a dicho hotel y una vez en la habitación, he hecho lo que me pedía el cuerpo...¡tomar una ducha! Luis mientras tanto se fue a visitar a un amigo galerista y cuando volvió yo ya estaba preparada para recorrer las calles de la ciudad, visitar sus tiendas y a ser posible, comprarme algo.
Por ello la mañana ha sido un recorrer de calles y tiendas hasta que cerca del MACBE (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) y viendo que ya eran casi las 3 de la tarde, nos hemos sentado en la terraza de un restaurante.
Después de comer, reponer fuerzas y descansar, hemos continuado visitando tiendas y en una de ellas he conseguido encontrar una camiseta que me ha gustado lo suficiente  como para comprármela. Contenta con mi adquisición, hemos cogido el metro para ir a visitar a los primos de Luis que viven en el barrio de Guinardó.
No hemos podido estar mucho tiempo con ellos porque ya eran más de las cinco, el teatro empezaba a las 8 y todavía teníamos que pasar por el hotel a recoger las entradas que nos habíamos olvidado sobre la cama.
Mi pareja, que es muy de buscar todo tipo de información por internet, me dijo que del hotel al teatro, según el susodicho internet teníamos un cuarto de hora andando así es que, aún nos daba tiempo para tumbarnos media hora en la cama a descansar.
Cuando salimos del hotel camino del teatro volví a comprobar que las distancias no son iguales para él que para mí, aunque esta vez la culpa era de internet que debió calcular la distancia basándose en los pasos de algún gigante. Si Luis, que tiene las piernas más largas que yo, tenía que caminar bastante deprisa, imaginaros cómo tenía que caminar yo...corriendo y parando, corriendo y parando y aún así, llegamos a las 8.30, cinco minutos antes de que empezara la obra.
A la salida, volver a caminar hasta encontrar un lugar para cenar, luego vuelta a caminar buscando una heladería que está en una bocacalle de Las Ramblas y sin sentarnos, continuamos caminando hasta el puerto donde buscamos una estación de metro para volver al hotel y la más cercana estaba en Las Atarazanas...tocaba seguir andando. Llegamos al hotel pasadas las 12 de la noche completamente rendidos. Dormimos estupendamente toda la noche y a las 10 de la mañana y después de una agradable ducha, preparamos la maleta, la dejamos en recepción y salimos para seguir pateando las calles, hacernos fotos y mirar tiendas.
La búsqueda ha resultado fructífera porque en una tienda vintage he conseguido dos vestidos por 8 euros.¡Tooomaa! y Luis un par de pantalones por 20.
El cansancio del día anterior y el de toda la mañana caminando por la ciudad estaba empezando a hacer mella así es ya tocaba buscar un tranquilo restaurante para comer y descansar lo suficiente como para seguir mirando y entrando en más tiendas. Así se nos ha hecho la hora de volver al hotel a recoger la maleta y esta vez en metro hemos llegado a la estación de Renfe.
Como he dicho, me disponía a ver la peli del tren, incluso he aceptado los auriculares que ofrecen, pero me acabo de dar cuenta de que es la misma peli que pusieron el miércoles cuando íbamos hacia Barcelona. ¿Tan mal va Renfe como para que repitan la misma película dos días seguidos?
Bueno, no me voy a enfadar, después de todo, que hayan repetido la peli me ha permitido escribir sobre mis 30 horas en Barcelona.

5/08/2015

Mi abuela Florencia.


Llevo unos días pensando en escribir sobre mi abuela, sobre una de mis abuelas llamada Florencia. Creo que ya era hora de que lo hiciera.
Falleció hace muchos años, más de 30 y aunque se fue cuando yo estaba en plena adolescencia, sigo acordándome de ella en bastantes ocasiones. La recuerdo siempre en casa, de hecho vivía con nosotros...o nosotros con ella. Cuando mis hermanos y yo nacimos, lo hicimos en su casa, en la calle San Pablo 118 porque mis padres vivían con ella, pero a los pocos años pudieron comprarse un piso (por 150.000 pesetas) y nos trasladamos allí y entonces mi abuela se vino con nosotros.
Eran esos años en los que lo normal era que los hijos se llevaran a sus padres a vivir con ellos cuando se hacían mayores. Lo de llevarlos a la residencia era una opción imposible para la mayoría, incluso estaba mal visto entre los familiares, amigos y vecindario en general, porque parecía que los abandonabas.
La recuerdo divertida, con sentido del humor, un poco irónico. Ese sentido del humor incluía a veces reírse sin maldad de mí.  ¿El motivo? pues que cuando yo que solo era una cría, me enfadaba por cualquier cosa y eso, parece ser, le hacía gracia. Que se cachondeara de mi enfado me enfurecía más y entonces los demás se divertían a mi costa. Era un círculo vicioso, la pescadilla que se muerde la cola y oye, mira que han pasado años...pues yo sigo igual. Todavía no he aprendido a tomarme en broma cuando mis amigos me hacen "rabiar" y por eso ellos insisten...
Mi abuela Florencia no era muy alta, estaba un poco gordita y no tenía muy buena movilidad. Debía tener mal la columna porque siempre caminaba torciéndose hacia su lado izquierdo.
Supongo que tuvo una vida dura, como tantas y tantas mujeres de su generación. Vivió la guerra civil teniendo ya tres hijos a los que tuvo que dejar repartidos entre familiares y conocidos, para poder huir con su marido y evitar que, en el mejor de los casos, les encarcelaran por sus ideas anarquistas.

Mi abuela Florencia era curandera y claro...curaba. Yo veía llegar gente a casa, entonces mi abuela se iba con esa persona a una habitación y allí, después de hacerle una serie de preguntas y saber bien cuál era su problema, le mandaba hacer o tomar lo que creía que le ayudaría y según tengo entendido...lo conseguía.
Sé y además lo vi con mis propios ojos, que curaba algún tipo de eccema y me contaron que un hombre al que habían desahuciado los médicos, fue curado por mi abuela y que alguien que llevaba gafas de "culo de vaso", es decir con muchas dioptrías, se llegó a quitar las gafas y pudo enhebrar agujas sin ellas.
Mi abuela no solo curaba problemas del cuerpo, también ayudaba a resolver problemas personales y aunque sea difícil de creer yo lo voy a decir, tenía la posibilidad de comunicarse con las personas que habían abandonado este mundo, personas que habían dejado su cuerpo aquí pero cuya alma o espíritu seguía estando en algún sitio, porque yo, a pesar de ser solo una adolescente cuando mi abuela nos dejó, me enteraba de muchas cosas.
Mi hermana y yo lo "sospechábamos" pero en casa no se habló del tema con nosotras hasta que ella falleció y tampoco preguntamos mucho sobre ello. Nos dijeron que lo de hablar con personas que habían fallecido no quería hacerlo, porque se quedaba exhausta después de cada sesión, pero yo veía que a mi casa iba gente de Zaragoza y de los pueblos de alrededor, que salían muy agradecidas, que volvían y que recomendaban a otras personas.
A mi abuela no le pagaban por lo que hacía, pero los que podían le llevaban alguna cosa por poco que fuese, como algo de fruta o verdura. Una vez recuerdo que incluso le llevaron un conejo vivo y del que no voy a decir cuál fue su final. Pero a mis hermanos y a mi, quien realmente nos gustaba que visitara a mi abuela era un señor que tenía un puesto de chuches y a la que después de la consulta le pagaba con una bolsa llena de chuches de todo tipo y que cuando él se iba, mi madre se encargaba de repartir entre nosotros tres. Chicle para tí, chicle para tí y chicle para tí, gominola para tí, gominola para tí, gominola para tí, chupa chups para tí, otro para tí y oh, solo hay dos...bueno, pues a cambio dos caramelos para ti...y así hasta repartir todo el contenido de la bolsa.
A veces me pregunto porqué teniendo ella la posibilidad de contactar con el más allá, no se ha puesto nunca ella en contacto con nosotros...
Esa era mi abuela, una persona que nos contaba cuentos, que nos enseñó canciones, que nos daba friegas en la tripa cuando esta nos dolía, una persona que hacía la mayonesa a mano con un mortero de madera, una persona que ayudaba a la gente a cambio de nada, una persona que cuando tuvimos la primera tv, nos decía que nos sentásemos bien en los sillones porque pensaba, que al igual que nosotros podíamos ver a las personas que salían en la tele, ellos tenían la posibilidad de vernos a nosotros en casa. Una persona que nos dejó cuando solo tenía 72 años.
Esa era mi abuela Florencia, una persona excepcional a la que a veces me parece sentir cerca...o quizá sea solo el deseo de que así sea.














2/10/2015

El Jueves a las 6. Mi primera cena.



Hace exactamente un año decidí ampliar las posibilidades para poder subir al escenario y disfrutar actuando. Por eso quise empezar a prepararme para hacer teatro en español después de estar más de 20 años haciéndolo en inglés, aunque sin dejar de hacerlo en ese idioma. Estaba segura que podría con los dos.
Un amigo me dijo que había visto en el Teatro de las Esquinas un cartel en el que se anunciaba un curso de teatro y me animó a que me apuntara, curso que dicho sea de paso, ya había empezado en octubre.
Allí conocí una profesora estupenda, bueno, ese día solo supe que ella me iba a dar las clases. Su calidad como profesora y también como persona lo fui descubriendo clase tras clase y de la misma manera me fui dando cuenta de que los demás compañeros y compañeras también eran un encanto. Desde el primer día todos fueron muy cariñosos conmigo.
Yo era nueva y los demás llevaban uno o dos años asistiendo a las clases, por eso la relación entre ellos era muy cercana. Tomaban cañas juntos, habían cenado juntos e incluso juntos habían pasado algún fin de semana en el campo.
Esa experiencia de compartir tantas cosas juntos debió de ser muy positiva, porque desde que llegué me di cuenta de que ya estaban planeando no solo nuevas cenas y un nuevo fin de semana rural, sino que empezaron a pensar en organizar una pequeña estancia en Londres.¡Ufff! .Pero durante el curso, todo lo que se consiguió hacer juntos fue tomar unas cervezas todos los jueves al finalizar las clases.
Veía tanta actividad lúdica entre ellos, que empecé a tener serias dudas sobre si me había apuntado a un grupo de teatro...o a uno de tiempo libre.
Comenzó el nuevo curso en octubre y se incorporaron nuevas alumnas, ¡ah! y un nuevo alumno, cosa de agradecer ya que los chicos escasean en este tipo de actividades y oye, ni haciendo un casting hubiéramos conseguido unos compañeros mejores. Parece que nos conociéramos de toda la vida. Generosos, simpáticos, divertidos y además desde el primer ensayo demostraron que tienen madera de actores. Se integraron en el grupo rápidamente, yo diría que más rápidamente que yo. La aceptación entre todos ha sido tal, que ya se han unido e incentivado la petición de organizar un fin de semana en el Pirineo, el viaje a Londres y lo de la cena en casa de alguien.  Las cervezas al salir de clase ya forma parte de las propias clases de teatro y pocos de los compañeros faltan a ellas...excepto yo, que fallo un montón a lo de las cervezas, pero por motivos personales míos.
Tanto han hablado de estos deseos de compartir momentos juntos, que al final nos pusimos de acuerdo para celebrar la esperada cena en casa de uno de los compis.
María ofreció su casa, su preciosa casa y el pasado viernes día 6 nos fuimos para allí todos, bueno, en realidad el grupo estaba un poco diezmado, especialmente por causa de la gripe, pero aún así, nos juntamos 16.
Llegamos sobre las 8.15 de la tarde y permanecimos allí hasta pasadas las 2 de la madrugada. La cena estaba deliciosa y fue preparada por algunos de los compañeros. Diversión en la mesa y en la sobremesa
Como es normal, durante la cena (bueno, ya empezaron antes de cenar dicho sea de paso) la gente bebió y enseguida apareció uno de los efectos que la bebida provoca en algunas personas, me estoy refiriendo a la "exaltación de la amistad" y lo demostraron en forma de discursos llenos de muuuucho amor hacia los compañeros. Todo muy dulce. Luego apareció otro de sus efectos, los "cánticos regionales" y excepto "Asturias patria querida" incluyó una gran variedad de canciones de aquella época. Canciones que casi todos habíamos escuchado en algún momento de nuestra vida.
Todos volvimos a casa llenos de energía y con nuevos planes para nuevas cenas, para el viaje a Londres y el fin de semana al Pirineo, concretamente a Villanúa. Ya me contarán.
Compañeros...¡hasta el jueves!
Para los que no os tengo en mi facebook, aquí os dejo fotos de la cena.

1/26/2015

las Chicas de la Kuarta vuelven a salir.


Martes, día de encuentro semanal de Las Chicas de la Kuarta, día para charrar, para reír, para disfrutar...en definitiva, para evitarnos unas cuantas visitas al sicólogo porque las reuniones con amigas ayudan a sacar todo, o casi todo, lo que llevamos dentro.Este martes hemos vuelto a cambiar la sede de nuestro encuentro, de vez en cuando nos da por ahí, y en vez de quedarnos en un bar cerca de nuestra casa, nos hemos ido al centro de la ciudad y es que además teníamos motivo para ello.
Si hace buen tiempo, el motivo o excusa para salir de nuestro barrio es tomarnos un helado, pero como en invierno la temperatura en mi ciudad suele ser bastante baja, lo del helado ni se nos pasa por la cabeza, así es que  nos decidimos por el chocolate con churros. Nos gusta tanto que eso ya justifica por si sola la salida al centro así es que aunque algunas de las Chicas se rajaron y no vinieron, cuatro de nosotras nos abrigamos bien y nos fuimos a tomar un delicioso alimento para el cuerpo. Pero es que además teníamos que ir a la inauguración de una exposición.
Una vez alimentado el cuerpo, nos fuimos a alimentar el espíritu asistiendo a dicha inauguración en el Torreón de Fortea. Allí disfrutamos de sus cuadros, esculturas y joyas y es que además allí nos encontramos con amigos con los que seguimos en contacto a través del whatsapp pero que hacía tiempo que no veíamos en persona. Me encantó, porque el whatsapp nunca podrá sustituir unos abrazos y unos besos en la mejilla...o donde cada uno quiera.
Aquí otras poquitas fotos más.