6/14/2009

Las chicas del club del martes,ya estuvimos de boda.


Ayer sábado, mientras el Real Zaragoza jugaba un partido con el cual volvía a Primera División, las chicas del club del martes, asistíamos como invitadas a una boda, también de Primera. Elisa y Enrique se casaban en la iglesia de San Felipe a las siete de la tarde.
Una hora antes, y esta vez en sábado, nos reunimos la chicas del club para nuestra sesión de fotos. ¡Si, claro. No todo iban a ser fotos a los novios!
No hubo limousine. Un "elemento discordante" de última hora hizo que esa idea se tuviera que desechar. Éramos demasiadas y alquilamos dos taxis. Ya sé que no es lo mismo pero, !que demonios! Lo importante era el contenido y no el envase. Y el contenido, éramos nosotras.
Cuando bajamos a la calle, vimos que un precioso coche ya estaba esperando a la novia y claro, aprovechamos la situación y nos hicimos varias fotos delante de él.
Primero fuimos cuatro, luego cinco y un segundo más tarde, ya éramos seis. Aunque la sexta en unirse no forma parte del club, también es vecina y también estaba invitada. Allí estábamos. Todas con vestidos largos.................menos yo, pero todas muy guapas. !Qué voy a decir! Que luego leen el blog y no veais el pollo que me montan.
No nos quedamos a ver salir a la novia porque queríamos estar en la puerta de la iglesia para recibirle.
En el taxi y de camino a la iglesia, parón en el Puente de Santiago. Ya sé que eso no es novedad. Los que tenemos que cruzarlo con frecuencia lo sabemos. Pero esta vez, la espera tuvo un momento curioso, porque aunque la temperatura era axfisiante, ver cruzar por el puente a una serie de ciclistas participando en la Marcha Ciclonudista, aportó algo de frescura.
Llegamos a la Iglesia con el cielo amenazando lluvia y como mandan los cánones, allí estaba Enrique, el novio, acompañado de algunos familiares, esperando a Elisa, la novia.
Besos, saludos y presentaciones. Y como también mandan los cánones, la novia que llega con algo de retraso, pero no importa. Todos sabemos que llegará, porque se quieren.
Aparece el coche y a través del cristal, la sonrisa de la novia ilumina ese cielo tan nublado. Empiezan los flashes y las fotos :Foto a la llegada de la novia, foto a la ayuda que el novio le da para salir del coche. Al momento que ella le coloca a él, un ramito de flores en la solapa. Fotos a los novios entrando en la iglesia, caminando por la alfonbra, él con la madrina y ella con el padrino. El momento de la comunión, la firma de los testigos, etc. Sín olvidarnos del momento más esperado. El del "Sí, quiero".
En fín, que me doy cuenta que en esto de las bodas, hay poco espacio para la improvisación. Que siempre son las mismas fotos, que es el mismo guión y que los únicos que cambian son los protagonistas. Incluso el vestuario, es casi idéntico.
Al terminar la ceremonia religiosa y después de hacernos la típica foto de grupo, las cinco nos "escapamos" de toda la vorágine y decidimos sentarnos a tomar algo. A las cinco nos dolían los pies. Los zapatos, que no eran precisamente unos Manolos, nos hacían daño.
Mis amigas, que en esto de asistir a bodas, tienen más experiencia, iban preparadas. Yo, que iba superorgullosa con mi semipequeño, bolsito nuevo, me fijé que ellas además del bolsito, llevaban una bolsa cada una y yo me preguntaba:¿Qué demonios llevan ahí? Pero como no quería demostrar mi ignorancia, no pregunté nada.
El camino hacia el bus que nos llevaría al restaurante, lo hicimos quejándonos del bochornoso calor y de los pies y entonces mis amigas, se sientan en un banco del Paseo. En ese momento comprendí el porque de las bolsas que llevaban. En su interior, cada una contenía un tesoro. Habían metido un par de zapatos, quizá menos elegantes pero, por como cambiaron sus caras cuando se los pusieron, mucho más cómodos. Tonta de mí, no había caído en eso.
Llegamos al restaurante que está a unos km. de Zgza. y nos llevaron al jardín dónde habían preparado un cóctel. Nos sentamos y lo primero que hice fué quittarme los zapatos. Ummmmm, ¡Qué placeeeeer!
Allí estábamos las cinco hablando y riendo y en ese momento, apareció la sexta. (Y no me refiero a la cadena de tv.)
Los camareros pasaban y pasaban, ofreciéndonos pequeñas y variadas raciones de aperitivos para amenizar la espera hasta la llegada de los novios. Estos, habían estado haciendo la sesión de fotos que hacen todos los novios después de la ceremonia.
Llegaron, saludaron a los invitados y después de tomar un cóctel, pasamos al salón donde se sirvió la cena.
En la mesa reservada para las cinco, se sentaron tres personas más, a las cuales por supuesto conocíamos. Eso hizo que la velada fuera divertida contando anécdotas, como la de la dentadura de una de ellas que se la comió su perro.........Bueno, esto es para contarlo aparte.
La cena transcurrió entre gritos "espontáneos" de :" ¡Vivan los novios! ó ¡Que se besen!, ¡Que se besen!. Y ellos, claro, haciendo caso al personal, se besaban.
Llegó el fantástico momento de la aparición de la tarta. Fué una entrada triunfal, con las luces apagadas y la tarta enmarcada con tubos de neón. Otra foto que nunca falta en estos casos es la de los novios, que puestos en pié junto a la tarta, cogiendo juntos un cuchillo, simulan partirla.
Al finalizar, llegó el turno de reparto de droga. Quiero decir, el momento en el que el novio, con ayuda de algún amigo o familiar, reparten puros para los hombres y la novia cigarrillos y un detalle para las mujeres. Esta costumbre que está muy arraizada, espero que pronto desaparezca. No tiene sentido, pero se sigue haciendo.
Con el estómago lleno y esos pequeños bolsos de ceremonia, donde ya no nos cabía el regalo que nos habían dado, llenos también, pasamos a la discoteca para tratar de quemar todo lo que habíamos cenado. Y así lo hicimos, bailando al son de "Paquito el chocolatero", "La Bomba", tangos, algo de Salsa.......y por supuesto, no podía faltar La Conga, que es un baile que une mucho. Sí, es que se baila, formando una fila cuyos componentes van agarrando a todas las personas que encuentran en el camino, integrándoles en esa cada vez más larga fila de gente que zigzeando, recorre todo el salón de baile.
Tengo que reconocer que me integré muy bién en el grupo. Incluso logramos que el padre de la novia, que es bastante remiso a bailar, lo hiciera con nosotras. Me lo estaba pasando muy bién, pero mis pies me seguían doliéndo, así es que alguna pieza, la bailé descalza. Gesto que fué secundado por alguna otra persona.
A las tres y media de la madrugada, las cinco cogimos el autobús de vuelta a casa. ¿He dicho las cinco? Pues no, sín saber cómo, ni de dónde, apareció Milagros, quién con más marcha y energía en el cuerpo que todas nosotras, preguntó: "Chicas. ¿Dónde echamos la última?"
Se sentó junto a Loli y nos echamos a reir.
Más fotos aquí

De momento hay unas cuarenta, pero en unos días añadiré más.

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