6/28/2009

Venecia, mon mour.


Saludos a todos los que seguís mi blog.........y a los nuevos, también.
Ya estoy de vuelta. ¿Que de dónde? ¡De Venecia!
Ayer sábado llegamos de nuevo a Zaragoza después de pasar casi una semana en esa bonita, vieja y húmeda ciudad, cuyas calles y canales, así como el paisaje de casas viejas con fachadas cascarilladas, inducen al romanticismo.
El hotel lo teníamos en la misma Venecia, lo cual hizo que caminásemos mucho, mucho, mucho. Solo así se puede disfrutar de todo su encanto, aunque también era muy agobiante la gran cantidad de turistas que llenan sus calles, sus tiendas y sus restaurantes y cafeterías
Por supuesto, también hicimos uso del vaporeto en varias ocasiones. Los vaporetos, para quién no lo sepa, son para los venecianos, como los autobuses para nosotros. Son su medio de transporte, aunque poco caro, la verdad.
Nosotros, que somos cuatro, comprábamos cuatro bonos y pagábamos 64 euros y solo valían para doce horas. Los compramos en cuatro ocasiones ya que íbamos de punta a punta de la ciudad, pero el resto del tiempo, a patita.
Los días empezaban temprano. A las ocho de la mañana nos sonaba el despertador. No nos levantábamos a esa hora, pero sonar, sonaba. Nos deperezábamos en la cama hasta las ocho y media y a partir de esa hora, gimnasia, ducha, desayuno......... y todo el día por delante.
Los dos primeros días los empleamos en disfrutar de la Bienal. Estaba montada en dos lugares distintos.
La primera mañana fuimos a El Arsenal. Un gran y viejo edificio, que como su nombre indica se debió dedicar a almacenar armas. Allí permanecimos hasta casi las tres de la tarde, hora en la que tuvimos que buscar algún sitio para comer, que el arte alimenta el espíritu pero no el cuerpo. No era fácil encontrar un restaurante medio decente que diera de comer a esa hora. "Es muy tarde", nos decían. ¿Tarde? ¡Pero, si es la hora en la que nosotros comemos en Zgza!
Después de pasear un poco para "bajar" la comida, nos fuimos al hotel a descansar un rato. Luego volvímos a salir para conocer la ciudad al atardecer y también para cenar, volviendo al hotel caminando por sus estrechas calles. Calles que, o se parecen mucho unas a otras, o las recorríamos una y otra vez sin darnos cuenta, en una especie de Triángulo de las Bermudas del que tardábamos en salir.
Nos manejábamos con un plano de la ciudad que nos proporcionaron en el hotel, con el que era imposible NO perderse. Solo venían los nombres de las calles más importantes, pero hay tantas y tantas, pequeñas y estrechas, que no había manera de entenderse con el dichoso plano. Aún así, Luis insistía e insistía en usarlo. A nosotros ya nos daba la risa en cuanto le veíamos sacarlo de la mochila. Por mi parte, más de una vez hice uso del sistema más rápido que conozco, sistema que, por lo general, a los hombres no les gusta usar: Preguntar a la gente. De hecho, creo que eso fué lo que en alguna ocasión nos salvó de pasar la noche yendo y viniendo por las mismas calles. Menos mal que el tiempo nos acompañaba.
Al día siguiente continuamos viendo la Bienal, pero esta vez en los Giardini. Más de 30 pabellones de otros tantos paises, entre ellos España, que ha llevado obra de Barceló.
Otra mañana, la pasamos en la Fundación Guggenheim y los demás días, visitando los "eventos colaterales" que había en diferentes palacios y otros edificios.
Además de arte, también visitamos un par de islas que hay enfrente de Venecia y por supuesto, la propia Venecia, que como he dicho nos impresionó como ciudad.
No hicimos uso de las góndolas. Yo estaba dispuesta a hacerlo a pesar de que me daba un poco de miedo ir en ese vehículo tan, tan ligero. Pero ni a Luis ni a los chicos les apetecía, quizá porque en el fondo, nos hartamos de ir por el mar con los vaporetos.
Ahora me quedan las fotos para no olvidarme de esos días. Y también el recuerdo de todo lo que viví en Venecia con las personas que más quiero.
Para conocer y vivir un poco más Venecia o para ayudaros a recordarla a los que ya la conocéis, simplemente pincha Aquí.


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