3/14/2009

Fernando y yo.


Ayer grabé el vídeo que formará parte del proyecto de Luis para la exposición "Zaragoza Rebelde". En el vídeo salgo con Fernando.
Han pasado dos semanas desde que le escuché en una cafetería contar su historia y la relación que durante su vida, ha tenido con la lengua aragonesa. Ese es el tiempo que he tenido para leerla y asumirla como mía.
Han sido dos semanas llevando conmigo a todas partes, los cuatro folios que he llenado con sus recuerdos.
Han estado junto a mí en la cocina, en el baño, en mi dormitorio. Y cuando he salido de casa, han salido conmigo también. Han viajado en el bus y han estado esperando junto a mí en la consulta del médico. Cualquier momento era bueno para repasarlos y es que el miedo a olvidarme de algún dato, de algún nombre o a quedarme bloqueada, me atenazaba.
Y ayer llegó el momento temido y a la vez deseado.
A las 7 de la tarde, quedamos en el Centro de Historia, donde se hizo la grabación, el artista Luis Marco, el fotógrafo y sin embargo amigo Jesús Llaría, autor de la fotografía que se puede ver al principio del post, el cámara Álvaro, Fernando y yo. Después de más de una hora de preparativos, de elegir el fondo y preparar luces y sonido, Álvaro pronunció la temida frase: "Cuando quieras Esther".
Con ella me invitaba a empezar. No había marcha atrás y me "lancé al vacío".
Fué duro, pero no tanto como me había imaginado. Quizá es que durante los preparativos, se había creado un clima propicio para que todo fluyera sin mucho esfuerzo.
Y comencé a contar la vida de Fernando ¿o era la mía?.
Mi mirada se dirigía a la cámara. Era allí dónde Luis quería que mirase, como si estuviera contando a todo el mundo que quisiera escuchar, todo lo que yo tenía que decir ¿o era Fernando?. Él, sentado frente a mí, mirándome y escuchando su vida saliendo de mi boca.
Pero mientras hablaba, yo, no era yo. Yo, era él y eso hizo que se creara una "corriente" invisible entre él y yo que aumentaba a medida que su historia avanzaba y que tuvo su momento "cénit" cuando finalizó la historia y Fernando y yo, nos levantamos y nos fundimos en un abrazo que sirvió para descargar todo lo que había fluido entre los dos durante los doce minutos que duró la historia.
Al finalizar, vi a Fernando emocionado, con los ojos húmedos y me alegré porque eso significaba que había sabido transmitirle parte de la emoción con la que él habló, la primera vez que nos reunimos en la cafetería hace dos semanas.
Es ese momento, empezó para mí este proyecto, gracias al cual, he sentido sensaciones que han enriquecido mi vida.

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