8/07/2009

Parte de mí. Mi primer trabajo.

Recuerdo que hace bastantes años, recién terminada mi etapa escolar.......¿Qué pasa? ¿No acabo de decir que hace bastantes años? Pues eso, que el mismo verano que yo dejaba atrás el colegio y aunque todavía no había cumplido los 14 años (los cumplia en sept.), empecé a trabajar.
Mi madre se había "encargado" de dar la voz de alarma. Es decir, de avisar a sus amistades de que yo ya estaba libre y dispuesta para el mundo laboral.
La verdad es que libre, si que estaba. Lo de dispuesta, ya lo dudo un poco más. Pero todo el trabajo de publicidad que hizo mi madre tuvo sus frutos y el destino hizo que una prima suya, que tenía una tienda de ropa en el Pasaje Palafox, nos avisara de que Kalos (una tienda de regalos selectos) situada en el mismo pasaje, necesitaba una aprendiza. Y allí nos presentamos mi madre y yo, avaladas por la prima de ella. Y por supuesto, me cogieron.
Yo tenía 13 años y mi aspecto era....de una niña de 13 años de hace unos cuantos años. No como las de ahora, que algunas están tan desarrolladas que parece que tengan 20. Yo no. Yo, trece, trece.
Llevaba dos pequeñas trenzas, una cinta en el pelo y calcetines cortos. Por supuesto, nada de maquillaje ni brillo en los labios.
Mi trabajo de aprendiza consistía en ser una especie de "chica para hacer el trabajo más limpio de la tienda". Es decir, escobar, limpiar el polvo de todos los objetos que allí había, sacar la mercancía (los objetos de valor) que llegaban en grandes cajas protegidos por grandes cantidades de paja. Llevarles a los clientes a su casa los objetos que habían comprado, ir al banco a llevar papeles, normalmente fuera de mi horario laboral, etc........Y yo me pregunto: ¿Aprendiza de qué?
La verdad es que algo aprendí de toda esa experiencia, ya que sigo escobando, limpiando el polvo y yendo al banco en mi vida diaria, y oye, se me da de bién..........
Los años que trabajé allí, también me marcaron culturalmente.
Uno de los dos dueños de la tienda era Federico Torralba, perdón: Don Federico, que es como lo teníamos que llamar y que era catedrático de universidad.
Soltero de por vida, casi todas las tardes se pasaba por la tienda y a veces, nos "regalaba" unas charlas de historia o de cualquier otro tema, tán bién explicadas, que era un lujo poder escucharle. La sola entrada de clientes, cortaba la magia que él creaba y eso me ponía de mal genio. Era y es un gran amante del arte en general y especiálmente de la cultura milenaria china.
El encargado, Antonio Fotún, era un joven atractivo y lleno de energía cuando empecé a trabajar allí. Era artista, pintaba cuadros y en alguna ocasión, soñé con él.
Lo hubiera idealizado de no ser porque esa tremenda energía que tenía, a veces la convertía en mal genio cuando no tenía lo que quería, en el momento que él lo pedía. Y no veas que estrés me producían esas situaciones.
Kalos, además de ser una tienda de decoración, también era una galería de arte. Al poco tiempo, la galería cambió de nombre, se convirtió en Atenas y se trasladó a un nuevo local en la calle La Paz.
Durante el tiempo en el que la galería estuvo en la tienda, expusieron varios artistas y de todos ellos recuerdo especialmente a Xabier Cugat, al que yo ya había visto en alguna peli en tv. En ese momento me parecía imposible que estuviera allí, frente a mí, sonriéndome y firmándome, con dedicatoria incluída, el cartel de su exposición. Me pregunto si ahora tendría algún valor.
¿Que dónde está ese cartel? Supongo que habrá ido a parar al mismo lugar que fué a parar el cuadro que el propio Antonio Fortún me regaló: ¡ A la basura!. Sí, es que la opinión de mis padres, que se creían críticos de arte, era que lo pintado en el cuadro les recordaba un huevo frito y mi sugerencia de que lo colgaran en las paredes del salón o en su defecto en la cocina, cayó en saco roto. Nunca más lo volví a ver.
Me pagaban poco, muy poco, pero era muy cría y además tenía que dejar en casa todo el dinero que ganaba. Así es que a mí, plín.
La mayoría de los clientes de la tienda, eran de lo que se conocía como "alta sociedad". Gente de cierto nivel adquisitivo y yo, que la única persona que conocía con más dinero que nosotros era una vecina de mi edad, (la rica de la pandilla) cuya familia tenía una casa en Jaca, me quedaba maravillada con sus casas cuando iba a llevarles lo que habían comprado o les habían regalado.
Yo vivía en un edificio con portero y ellos también, solo que el nuestro era electrónico y el de ellos de carne y hueso. Eran porteros que cuidaban del edificio y que a los trabajadores como yo, nos hacían subir por la escalera de servicio. ¡Dios, cómo me enfadaba eso! Pero también aprendí que entre las personas, había diferencia de clases.
Algunos me daban algo de propina, otros ni eso. Era una cría y me gustaba recibir ese dinero, ¡por supuesto! Pero al mismo tiempo, al extender la mano para recibirlo, me sentía humillada y me daba vergüenza. Creo que desde entonces me niego a dar propina a nadie.
Solo estuve unos pocos años, pero todavía alguna noche sueño que sigo trabajando allí y revivo las mismas situaciones y la verdad es que, cuando lo hago....tengo ganas de despertarme.
La sensación no es muy agradable.

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