9/13/2009

Los nuevos vecinos.



Voy a tener vecinos nuevos. No sé cuándo vendrán, ni cuándo los conoceré. Lo único que sé es que llegarán precedidos de unas obras que se están realizando en el piso que han comprado.
Dicho piso, está junto al mío y desde hace unos diez días, me despiertan a las 8 de la mañana (8:10, para ser más exactos) a martillazo limpio.
Creo que al menos están usando dos tipos o tamaños diferentes de martillos ya que desde mi cama, he llegado a distinguir dos sonidos diferentes. Me he convertido en toda una experta.
Es que desde que empezaron ni uso el despertador, y es una pena porque es precioso oye. Es un modelo que proyecta la hora en el techo. ¡Si, lo que oyes! Digo...¡lo que lees! No tengo ni que girar la cabeza hacia la mesilla, tan solo abro un ojo, miro al techo de mi habitación y aún estando a oscuras veo: 2:45 'o 7:30. Bueno, la verdad es que esas horas nunca las he visto porque por suerte duermo toda la noche de un tirón y la hora que suelo ver es 8:30...
Hasta que hace diez días los malditos operarios entraron en ese piso arrasando todo lo que se les ponía por delante con la ayuda, no solo de los dichosos martillos, sino también la de unas herramientas que en mi casa cuando era pequeña (yo) la llamábamos bilabarquín (en aragonés) y que en español es berbiquí. Artillería pesada oye. Pero que debía ser necesaria porque... ¡menuda escabechina han hecho en ese piso!
Lo sé porque ayer, cuando me iba a comprar al Carrefour con mi carrito, me percaté de que los del piso nuevo tenían la puerta un poco abierta -es que nos cojen la luz de la escalera, que esa es otra- y por la rendija de la puerta vi que en la otrora cocina, no quedaba nada, ni mobiliario ni baldosas y así, como quien no quiere la cosa han ido destruyendo el piso, habitación por habitación, incluyendo las puertas y sus marcos. Parecía que estaba viendo un documental de la guerra de los Valcanes.
En este proceso de destrucción, están jugando un papel muy importante los operarios, los que manejan las herramientas.
Desde mi casa los puedo oir hablar, aunque nunca los había visto. Apenas unas sombras que a veces pasaban cerca de la ventana, pero esta mañana he tenido una visión. Esta vez he sido yo la que al pasar por delante de la ventana de un dormitorio, he mirado hacia el piso en obras sorprendida por el silencio momentáneo de los martillos y en la galería de dicho piso, he visto a uno de los operarios. Era un joven de treinta y tantos, musculado y en camiseta de tirantes, que estaba fumando en el exterior y me ha venido a la memoria un anuncio de tv en el que se podía ver a un joven con camiseta de tirantes que llegaba a una oficina donde solo trabajaban chicas y que dejaban de hacerlo para, embobadas, mirarle a él pasar por delante, sudoroso y sexy, llevando una caja de un conocido refresco. Bueno, pues esa ha sido también mi actitud, que una no es de piedra.
Teniendo en cuenta el ritmo que llevan en la destrucción y que incluye los domingos, supongo que a partir de la próxima semana comenzarán la reconstrucción del piso y viendo los nuevos materiales que van a colocar y que ya se encuentran expuestos en el patio del edificio, parece que vaya a ser una pequeña réplica del palacio de la Zarzuela.
Cuando todo finalice, tocará esperar a que lleguen los nuevos inquilinos y esa es otra, porque estoy dudando si presentarme ante ellos con una tarta preparada por mí misma para darles la biénvenida como hacen los americanos o simplemente rezar para que cumplan las normas básicas de convivencia. Mientras tanto, me armaré de grandes dosis de paciencia cartujana para sobrellevar el ruido de la destrucción.
¡Qué remedio!

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